Tuesday, June 12, 2012

Un Apóstol que me cae bien

Me caen muy bien los Apóstoles que con sus preguntas o las cosas que hicieron, o a veces incluso con su propia falta de fe, obtuvieron de Jesús palabras que quedaron consignadas en los Evangelios y que son para nosotros motivo de esperanza.

Uno de ellos es Tomás, quien no creyó inicialmente que Cristo había resucitado y se mostró duramente escéptico: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». A los ocho días el Señor mismo tuvo que invitarlo a tocar sus heridas para que compruebe que en verdad había resucitado. Tomás creyó y pronunció esas palabras que en muchos lugares el pueblo fiel repite en la Misa: «Señor mío y Dios mío», tan llenas de significado teológico y de genuina experiencia cristiana.

Este pasaje a veces nos deja algo de compasión por Tomás pues naturalmente sospechamos, por nuestra propia experiencia, que debe haberse sentido muy mal ante Jesús. Por lo pronto, por no haber entendido o creído en las promesas que Él les dejó de que resucitaría al tercer día.

Pero como decía, su incredulidad “arrancó” a Jesús una hermosa promesa que recordé este domingo en la fiesta del Corpus Christi al contemplar a Jesús Sacramentado en la custodia. Jesús dijo a Tomás: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que no han visto y sin embargo han creído» (Jn 20, 29).

Esta promesa de Jesús me llena de entusiasmo. La expresión “bienaventurados” quiere decir dichosos, muy felices, llenos de regocijo. Me entusiasma pues por un lado es un hecho dado. De ello dan testimonio tantos santos y santas en la historia. Y a la vez, por otro lado, nos señala un horizonte interesantísimo. ¡Quién no quiere ser “bienaventurado”!

San Gregorio Magno, como su nombre señala, un gran Papa entre los siglos VI y VII, decía que entre esos “que no han visto” estamos especialmente comprendidos nosotros, porque a Aquel a quien no hemos visto en la carne lo vemos por la fe.

La fe es un regalo de la iniciativa de Dios. Es un don maravilloso que debemos cuidar y alimentar día a día para que crezca, pues es al mismo tiempo un acto humano. Creer que en la Hostia Consagrada está Jesús, y verlo con los ojos de la fe, es una gracia de Dios inestimable, y es también una opción libre de cada uno por depositar la confianza en Cristo, en sus palabras y en sus promesas. Es una opción de amor a Él y es una opción por vivir nuestra vida según la Suya.

El Señor Jesús cumplió todas las promesas que hizo. Por ejemplo, prometió que resucitaría y lo hizo. Prometió también que no nos dejaría huérfanos y desolados, y se quedó con nosotros en la Eucaristía. Prometió que seríamos muy felices creyendo en Él aún sin haberlo visto. Yo encuentro en esta promesa del Señor un horizonte por el cual definitivamente vale la pena vivir la vida cristiana… Creo que por eso me cae tan bien Tomás el Apóstol, quien sin quererlo ganó esta promesa a Jesús para nosotros.

1 comment:

  1. AnonymousJune 14, 2012

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