Friday, March 9, 2012

¡Baja enseguida!

Cómo no decir unas palabras sobre Zaqueo luego de haber explicado el sentido de este “Árbol de Zaqueo”.

¿Qué sabemos de Zaqueo? Sabemos que era jefe de los cobradores de impuestos en Jericó. Quienes tenían este oficio era muy mal vistos entre la gente de su tiempo pues con frecuencia se aprovechaban y maltrataban a los sencillos. Jericó era un puerto de mucha actividad y por lo tanto él debió ser una persona influyente. Era rico, quizá por el uso indebido de su profesión pues la gente lo consideraba un pecador.

También sabemos que cuando pasaba Jesús por la calle, rodeado de una gran multitud, Zaqueo quería saber quién era Él pero no lo lograba pues era pequeño de estatura (Lc 19, 3).

Éste un deseo que muchos compartimos: queremos saber quién es Jesús. Y también muchos compartimos con Zaqueo la dificultad de saberlo por una multitud de razones que no entraremos ahora a juzgar.

A diferencia de Zaqueo, hay quienes se quedan sólo en el buen deseo de conocer a Jesús sin poner los medios suficientes para lograrlo. Quizá porque no saben lo que se pierden si realmente lo conocieran. Quizá porque tienen la voluntad debilitada. Quizá por el pecado, la dureza de corazón o tantas otras razones que anidan en el corazón de cada uno.

Zaqueo se enfrentó a obstáculos, suyos y de la multitud, pero no se detuvo. No hizo gran cosa, pero hizo lo suficiente: como recurso creativo corrió adelante por la calle y se trepó a un árbol para ver a Jesús. En su caso, eso fue todo lo que tuvo que hacer por el momento. El resto lo hizo Jesús.

El Señor fue mucho más allá de lo que el cobrador de impuestos podría haber esperado recibir. «Levantando Jesús la mirada le dice: “Zaqueo, baja enseguida, porque conviene que hoy me hospede en tu casa”».

Para la mentalidad de la época hospedar a alguien en la propia casa significaba darle la acogida propia de la familia cercana o del amigo íntimo. Con esas breves palabras el Señor Jesús no sólo se dejó ver por quien lo buscaba subido en un árbol, sino que, desbordándose en bondad, mirándolo con amor y autoridad, se “autoinvitó” a alojarse en su casa, declarándose públicamente amigo íntimo de quien era considerado un pecador por todos.

Fue el Espíritu de Dios quien inspiró en Zaqueo el deseo de conocer a Jesús y la fortaleza interior para correr y subir al sicómoro. Pero Zaqueo puso su granito de arena con agilidad y creatividad. Zaqueo bajó del árbol cargando un fruto que no podía ser otro: la alegría (Lc 19,6). Zaqueo era, a partir de este momento, un hombre feliz.

3 comments:

  1. Zaqueo nos muestra un corazón anhelante de encuentro con el Señor. Quiere verlo a toda costa. Al mismo tiempo se encuentra con la limitación, propia de su estatura. Entonces, pone los medios adecuados para superar los obstáculos que le impiden ver al Señor: simplemente se sube a un árbol. También nosotros hemos de subir al “árbol” de la oración para poder ver al Señor. De otro modo es imposible superar la turba que nos impide verlo... Es por la oración que contemplamos al Señor cara a cara, es la oración el momento en el que experimentamos también la mirada del Señor dirigirse hacia y detenerse en nosotros, una mirada de inmenso amor, cariño y misericordia que va más allá de nuestra indignidad, de nuestras miserias y pecados... En la oración escuchamos al Señor que nos dice: «baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa» (Lc 19,5). Sí, el Señor sale al encuentro de aquellos que lo buscan con sincero corazón, y he aquí que nos pide llevarlo a nuestra casa, a nuestro interior... ¡Cómo resuenan entonces las palabras del Señor en el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20)! Quien por la oración adquiere una nueva mirada que se alza por encima de la turba, que supera toda mirada miope, etc, se dispone a ver al Señor, y experimenta cómo Él sale a su encuentro, invitándonos a abrirle la puerta de nuestro “hogar”, en la intimidad de nuestro corazón: «conviene que hoy me quede yo en tu casa».

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    1. Muy edificante. ¡Muchas gracias por tu reflexión!
      Ciertamente la oración es un "árbol muy grande" que nos permite ver siempre mejor al Señor.
      Eduardo

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    2. AnonymousJuly 04, 2022

      Hola Saludo a ud Eduardo y a sus seguidores,no sabía que clase de árbol era el sicómoro, porque justamente lo he leído en la Biblia dos veces, nombrarlo.Lo de Zaqueo y en otro versículo también. Gracias por toda esa explicación y aliento para seguir en la oración que nos acerca a Jesús.

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