Friday, March 30, 2012

Los cuatro audaces

Me llaman la atención los medios que algunas personas usaron para acercarse a Jesús. Los Magos siguieron una estrella. Zaqueo subió a un árbol. Nicodemo aprovechaba la noche. El ciego Bartimeo se puso a gritar a voz en cuello cuando supo que Jesús estaba cerca.

Pero hubo cuatro que traspasaron todos los límites. Querían llevar ante Jesús a un paralítico. Querían que lo cure pero no tenían cómo. Una multitud rebalsaba la casa donde estaba el Señor (Mc 2,2). Jesús estaba allí dentro, anunciando la Palabra, pero había tanta gente que no lograban ni siquiera asomarse a la puerta.

El objetivo de los cuatro era muy claro: poner al paralítico delante de Jesús. Él era el único capaz de sanarlo. Pero la dificultad para cumplir con su cometido era grande.

De pronto, juntos hicieron algo sorprendente. Con gran agilidad y audacia, subieron al paralítico al techo de la casa, ¡hicieron un boquete suficientemente grande! y descolgaron por el agujero al hombre en su camilla. Ante el asombro de todos, descendió del techo un paralítico. Y el Señor Jesús, «viendo la fe de ellos», lo curó.

Me surge una reflexión relacionada con el apostolado. La misión de cada apóstol es en esencia la misma que la de aquellos cuatro: llevar a las personas ante Jesús para que sea Él quien les dé lo que cada quien necesita. A veces será el perdón, otras el consuelo, o un horizonte de vida plena, o quizás un llamado particular: «tú ven y sígueme». Siempre será un encuentro con su Amor.

Visto así, en un párrafo, podría parecer una tarea fácil. Y a veces sí lo será. Bastará con señalar en la dirección hacia donde está Jesús. Quizás a algunas personas habrá que acompañarlas un poco más en el camino; el camino puede ser más o menos accidentado. Pero también habrá veces en las que señalar o acompañar un poco no será suficiente. Como el paralítico, habrá quienes necesiten realmente apoyarse en el apóstol. Y habrá que cargarlas y sostenerlas hasta el encuentro con el Jesucristo.

Aquellos hombres no sólo nos muestran que hay que estar dispuestos a cargar. A veces se requiere audacia, coraje, creatividad, empeño constante y sacrificado, perseverante entusiasmo. Los cuatro audaces del Evangelio fueron capaces de vencer el “qué dirán” de mucha gente. Seguramente no faltó quien los tildase de locos, imprudentes o revoltosos. También se arriesgaron a la comprensible irritación del dueño de casa, cuyo techo estropearon. Quizá tuvieron que soportar multitud de voces de reclamo de otros que también querían entrar. Y hasta corrieron el riesgo de que en su intento se les cayese el paralítico y lo dañasen aún más.

¿Audaces o imprudentes? Por el resultado habremos de inclinarnos a que se trató de una sana audacia más que de una temeraria imprudencia.

Notemos de paso un detalle importante. Antes de curar a alguien, el Señor Jesús solía preguntar al enfermo por su fe. Así lo leemos muchas veces. Luego de que éste de una u otra forma confesara su fe en Él, lo curaba. Pero este caso es curiosamente distinto. El Evangelista nos cuenta que el Señor curó al paralítico «viendo la fe de ellos», ¡la de los cuatro audaces! ¡Cómo no ver aquí la gran riqueza de la oración de intercesión del apóstol! ¡Y qué significativo encontrarla en este pasaje, en esta pequeña reflexión sobre la audacia apostólica o el apostolado audaz!

La fe y el ardor por llevar a todos hacia el Señor Jesús son un don de Dios. La fuerza para realizar la tarea, también, pues ciertamente el Espíritu de Dios es el protagonista de todo apostolado. Y así como el Espíritu se presenta en forma de suave viento o de dulce paloma también se presenta en forma de flamas ardientes. A los cristianos que hoy hemos tomado la posta milenaria de la tarea evangelizadora nos corresponde dejarnos conducir por Él en cada circunstancia. Nos toca también volcarnos a la acción sin miedo de actuar según como el Espíritu Santo nos apremie. Con la discreción y reverencia del viento suave, y al mismo tiempo con coraje y audacia, venciendo obstáculos, asumiendo riesgos, remando perseverantemente contracorriente cuando sea necesario, con el corazón encendido en fuego para llevar a muchos delante de Jesús.

1 comment:

  1. Exelente!
    Me encanto tu blog :)
    ojala ke escribas muchos mas

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